“El gran dictador es el miedo” Recital “Antología 1960-2007”

Ejerce la libertad en todas sus formas. Así es Facundo Cabral y así será su espectáculo: imprevisto.

Voy a cumplir 70. He tenido una vida física complicada y sé que es la recta final. Subo al escenario y canto a las cosas que más amé. Por eso en todos espectáculos cambio las canciones”. Con esta breve introducción nos enteramos que Facundo Cabral vuelve a la provincia con este recital al que titula Antología 1960-2007. Y no será más que esto: charlar con su público, contar deliciosas anécdotas y entrelazarlas con sus canciones de más de cuarenta años de cantautor.

La charla con Facundo es un poco dispersa: no se ata ni siquiera a la estructura de una entrevista; ¡en buena hora! Por eso, transcribimos aquí lo que surgió de manera impensada (como su espectáculo).

Estas ideas son las que rondarán en Antología 1960-2007, en música y palabras.

- Buenas tardes, Facundo, le llamo de Mendoza...- Hola, qué tal. Aquí estoy; admirando lo bonito que es este lugar.Habla desde un hotel de San Juan, donde se presentó anoche, en el teatro Auditorio; para luego continuar su gira esta noche, en nuestra provincia.- ¿También hace calor allí?- Sí, pero estoy acostumbrado. Mire: una vez, que fui a visitar el Mar Muerto con una expedición de National Geographic, hicieron 66 grados. Y también he vivido el otro extremo: 42 bajo cero, en Siberia.De este primer diálogo trivial se sintetizan los contrastes, de geografías y culturas, que este hombre-vagabundo ha vivido durante años.- ¿Hace mucho que no venía por aquí?- A Mendoza, unos tres años. Antes, en los años 60, venía muy seguido. Después empecé a viajar. Una vez estuve diez años sin venir por Argentina.-A pesar de las ausencias, ¿este país es su casa?- El mundo es la casa, pero esa casa tiene muchos cuartos y el mío es la Argentina.-He leído que ha estado en alguna guerra. ¿Fue así?- Sí. En casi todas: en los últimos meses de Vietnam, en Afganistán, en la guerra con los rusos; ¡qué se yo, en tantas! El hombre parece que no quiere estar en paz; no se anima a la libertad, se esclaviza a cualquier cosa. Para mí, el gran dictador es el miedo.-¿Cómo pudo liberarse de todo”?- Gracias a mi madre. Fue excepcional. Mis amigos psicoanalistas se burlaban de mí por mi complejo de Edipo, pero cuando la conocían, ellos eran los que tenían el Edipo con ella. Mi madre era un fenómeno, si no hubiera tenido tantos hijos por los que luchar para la subsistencia, hubiera sido una gran líder. Aún en plena miseria, en pleno desierto de la Patagonia, mi madre siempre eligió; no permitió que eligiesen por ella. También mi abuela paterna fue maravillosa. Ha habido grandes mujeres en mi vida. Uno de los recuerdos que más me emocionan de niño es cuando mi abuela leía, bajo la parra, a los autores anarquistas. Los leía a los gritos, llorando de la emoción. La recuerdo contándome por qué se había enamorado de Severino Di Giovanni, como todas las mujeres libertarias de su época.-¿En esta vida rica en experiencias, cuáles son las que más atesora?- El primer trabajo que conseguí. Tenía 9 años y hablé con Eva Perón para que me diese un trabajo. Me dieron para cuidar una escuela, con mi familia, a cambio de comida y casa. Esto no es un comentario proselitista, es el primer regalo que recibí. También la gran amistad con Golda Meyer, con Indira Gandhi, con la Madre Teresa.-¿Nunca deseó establecerse en algún sitio para hacer un proyecto conjunto con una persona?- Hubo amagues, pero no hubiera podido. Me pasó varias veces. Una vez lo intenté, en la Argentina, con una muchacha de la que estaba enamorado. En esa época hacía mi espectáculo “Ferrocabral” y ganaba una cantidad de dinero desmesurada. Yo viajaba y no tenía tiempo de contarlo, entonces lo tiraba en el baúl de un viejo Falcon que tenía. Con esa chica decidimos comprar una casa y vivir juntos. Llegamos a un lugar y encontramos una que nos gustó. Abrí el baúl del coche y le pagué al hombre que me la vendía con el dinero que tenía allí. Hicimos el intento. Pero un día, yo estaba sentado y siento la mano de ella en el hombro. Me doy vuelta y me dice: “Mi amor, veo que todas las tardes te sentás a ver los autos que pasan por la ruta. Vos no podés quedarte aquí, no sos feliz. Si querés te sigo a donde vayas”.-¿Y lo siguió?- Un tiempo, pero fue imposible. Ahora somos grandes amigos. Es que yo me enamoraba por lo menos una vez por día.-¿Cómo será su repertorio esta noche?- Debo cantar unas 10 o 12 canciones en cada show, y hablo mucho. Desde que empecé esta gira, en el teatro Ateneo de Buenos Aires, habré cantado unas 70 u 80 canciones; y terminará donde Dios diga. Yo le debo la vida a la canción, era un tipo lleno de rencor y me transformé en un tipo libre.-¿Por qué tenía rencor?- Porque mi vida en la infancia era muy dura: comer de la basura, mis hermanos que se iban debilitando y se iban de la vida, el desprecio de la gente, el frío. Yo tenía mucha bronca contra la sociedad. Conseguí un trabajo para que mi madre fuera feliz, aunque esa felicidad hubiese que comprarla. Un día un jesuita me enseñó a leer y a escribir -empecé tarde- y me enamoré de los libros. Ahí empecé a cantar. - ¿Está también escribiendo?- Tengo más de 600 cuadernos en Buenos Aires que quiero convertir en libros. Tengo 165 países caminados y escribo un diario sobre eso todos los días. Tengo un ahijado y él será depositario de eso. Pienso publicarlo bajo el título “Cartas a mi ahijado”. No serán libros en letras de molde sino manuscritos, con dibujos de la zona en la que me he encontrado en ese momento, con los números en el margen que ya no me acuerdo a qué pertenecen, de qué muchacha sería. Lo escribo diariamente.